El collage como definición de la pintura: María
Pilar Burges y “Guky”
Manuel
S. Oms, Doctor de quintaesencias
Autor: María
Pilar Burges
Título: Abrazo a nuestro mundo
Tamaño: 100 X
150 cm.
Soporte: tabla
con lienzo de cáñamo imprimado
Procedimiento: fotomontaje
y collage de papel y resina vegetal
Firma y data: -
Datación probable: 1965
Maria Pilar Burges
influenció decisivamente en toda una generación de zaragozanos a través de los
cursos que ofreció en la Escuela de Arte Aplicado Burges, fundada por ella
misma en 1956 junto con su socia la profesora de corte y confección Pascuala
Lobé, e instalada en los locales del Instituto Alamillo, libres al ser
trasladado éste a Madrid. Antes de fundar su propia escuela, Burges comenzó su
carrera como profesora de artes plásticas en este colegio al lado de artistas
como Santiago Lagunas o Julio Alvar. Durante el tiempo que estuvo abierta su
academia, impartió numerosos cursos especializados que abarcaron desde la
Historia del Arte, la “teoría de los estilos” y la pintura contemporánea, hasta
el aprendizaje de técnicas específicas y dibujo infantil. Tomó un enfoque
radicalmente moderno al abarcar la pintura mural, los figurines y el diseño
publicitario, campos que muchos vanguardistas históricos atendieron con el fin
de volcar el arte en la sociedad y romper el cerco de la concepción artística
decimonónica. De este modo, María Pilar Burges continuó y amplió
cualitativamente la labor pedagógica de Joaquina Zamora, quien abrió su
Academia Dibujo y Pintura en 1943, siendo Burges una de sus primeras y más
aventajadas alumnas. Sin embargo, sus clases
no fueron una mera prolongación generacional de las enseñanzas de su maestra,
sino que esta continuación se produjo de un modo totalmente actualizado e
innovador contra la línea conservadora que imperaba por entonces en la Escuela
de Artes y Oficios de Zaragoza.
Asistieron a sus clases importantes artistas posteriores como Víctor Mira o el
futuro miembro del grupo Forma Francisco Simón, y
entre las técnicas que impartió el collage tuvo un papel pedagógico relevante.
Todo ello demuestra un comportamiento aperturista por parte de María Pilar
Burges y en relación con la concepción artística tradicional, y un empeño por
incidir en la sociedad de la ciudad que no necesitó apología teórica alguna al
valerse de sus propios resultados, por ejemplo exhibiendo públicamente
cristales decorados junto con pinturas, u
organizando exposiciones periódicas de sus alumnos con el fin de desmitificar
ante éstos el recinto sagrado de las salas expositivas y acercarlos a la
verdadera vivencia artística.
Autor: María
Pilar Burges
Título: Vedette que saluda
Tamaño: 65,5 X
50 cm.
Soporte: papel
Procedimiento: rotulador
y collage de monotipos hechos con óleo
Firma y data: “Burges”
(parte derecha inferior)
Datación
probable: c. 1957-1958
Bajo este espíritu diseñó
trajes teatrales y de espectáculos (ocupación originada en su infancia), en los
que empleó durante la segunda mitad de la década de 1950 el découpage de papeles coloreados y
textiles con el fin de establecer las relaciones plásticas requeridas (no es éste
el único ejemplo pues realizó muchos bocetos de este tipo, sistematizando esta
reciente técnica del figurinismo recurrido anteriormente por Sonia Delaunay y
las soviéticas Popova, Exter y Stepanova). Casi consecuentemente, no tardó en
intentar incluir en los trajes elementos no convencionales concebidos para que,
al ser puestos en movimiento por la kinésica de los intérpretes y alterar el
peso de los trajes, creasen dibujos que interviniesen en el espectáculo global.
Apreciamos estos nuevos materiales casi dos décadas más tarde en los diseños de
Aurea Plou, importante representante del figurinismo en Zaragoza que ampliará
desde mediados de la década de 1970 el repertorio del collage en el diseño
textil, introduciendo no sólo nuevos materiales, sino también calidades y
transparencias.
Autor: María
Pilar Burges
Título: El Oasis
Tamaño: 61 X
95 cm.
Soporte: táblex
Procedimiento: collage
tejidos y de dibujos tomados del natural con tinta, acuarela y resinas
vegetales
Firma y data: “Burges”
(parte derecha inferior)
Datación
probable: H. 1957-1958
Por otra parte, el
collage permitió a María Pilar Burges ubicar las figuras en el espacio, según
el procedimiento tradicional de establecer la composición de las figuras
situándolas abocetadas y recortadas previamente sobre la superficie a pintar,
solo que Burges trasladaba esta técnica al escenario mismo al que están
destinados los diseños, pues el espacio pictórico es una preocupación constante,
magnificada y complicada en su trayectoria muralista, así como su experiencia
en el figurinismo impulsó la génesis del collage en su carrera y determinó
profundamente su concepción pictórica.
Autor: María
Pilar Burges
Título: Fósil
Tamaño: 46 X
55 cm.
Soporte: tela
Procedimiento: óleo
y mijo encolado
Firma y data: “Burges”
(parte derecha inferior)
Datación probable: 1962
A pesar de su formación
académica en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona
(entre 1947 y 1948 cursó los estudios superiores, y entre 1951 y 1955 la
licenciatura), pronto mostró una gran predisposición para cuestionar los
métodos pedagógicos y las técnicas empleadas, quizás por su heteróclita
dedicación a múltiples caminos -las “artes aplicadas” y el muralismo
fundamentalmente- que conducen a sobrepasar con la creación artística los
marcos definitorios. Estas disciplinas enseguida le ofrecieron un extenso
conocimiento de las posibilidades técnicas existentes y susceptibles de ser
trasladadas de un soporte a otro, incluso por medio de la
interdisciplinariedad. Ya en 1962 realiza Fosil,
pintura donde recurre al encolado de mijo por no haber encontrado un amarillo
al óleo que le satisfaga para el tema representado, tan sugerente para el
collage y el objeto encontrado al mismo tiempo. Ella misma cuenta, -y en esto
coincide con el entonces miembro del Grupo Zaragoza Juan José Vera-, cómo la
carencia de materiales en la época -los pocos disponibles de un elevado coste-
pudo inducir a los artistas más experimentales a trabajar en un espacio
pictórico tradicional la integración de nuevos soportes, sustancias y
materiales sugerentes por sus facultades plásticas, en contra del anterior
predominio antipictórico de la imagen, consecuente con las vanguardias
históricas y con el desarrollo revolucionario de los medios de reproducción
mecánica. Así como la fabricación casi precaria de los lienzos con retazos de
telas pudo sugerir las arpilleras de Alberto Burri, convirtiendo el soporte en
una materia con valor plástico propio, lo mismo ocurre con su Recuerdo volcánico (aproximadamente de
1971), donde las resinas vegetales adquieren relieve gracias a la arpillera
fragmentada, concebida para evocar la naturaleza canaria que pudo conocer a
fondo durante periódicas estancias en el archipiélago entre 1968 y 1970. Para
este tipo de tergiversaciones materiales, Burges disfrutó de una gran habilidad
debido a los amplios conocimientos adquiridos en el ejercicio de las artes
aplicadas.
Autor: María
Pilar Burges
Título: Recuerdo volcánico
Tamaño: 75 X
122 cm.
Soporte: madera
Procedimiento: arpilleras
y resinas vegetales
Firma y data: “Burges”
(parte inferior derecha)
Datación
probable: c. 1971
Sin embargo, hay que
tener en cuenta sus estancias en París y en Roma entre 1956 y 1961 gracias a
sucesivas becas otorgadas por diferentes Instituciones, a lo que hay que añadir
sus estudios en Barcelona desde 1948 hasta 1955. Estas importantes ciudades
culturales le ofrecieron la oportunidad -excepcional en aquel entonces- de
entrar en contacto con nuevos contextos culturales. A éstos posiblemente se
deba su fotocollage titulado Abrazo a
nuestro mundo (1965), confeccionado para conmemorar la primera puesta en
órbita espacial de un ser humano en 1962 (John Glenn, tras el primer viaje
espacial del soviético Yuri Gagarin un año antes; el “abrazo” es porque dio
tres vueltas a nuestro planeta), con todas las connotaciones míticas que el
firmamento ha disfrutado en relación a la tierra antes de ser explorado,
apreciables en la interacción entre las fotografías encoladas y recortadas
rectangularmente, excepto la que conforma el abrazo central. No sabemos si los
recortes irrumpen en la pintura o ésta aureola aquellos, siendo ésta una de las
primeras muestras de resinas vegetales que la autora generalizó en su
producción posterior. Lo que sí es cierto es que originan puntos de suspensión
tal y como se presentan las imágenes en el resultado, en cualquier caso emanan
del abrazo del astronauta, lo que manifiesta desde el tema la reconciliación
del collage con la pintura, ya ofrecida de forma fragmentaria por Picasso, el
primer artista que empezó a interaccionar la ficción pictórica con los
materiales reales. Tras la negación vanguardista, el collage participa de nuevo
de la pintura en cierto modo, y se irá integrando con mayor seguridad en las
producciones posteriores de Burges.
María Pilar Burges, homenaje a Bécquer, 1953
Con esta muestra cabría
preguntarse qué es lo que pudo ver nuestra pintora durante sus estancias en
Roma, París y Barcelona, pero es evidente que estuvo al tanto de las últimas
investigaciones artísticas, al menos visualmente. En Roma ya fueron varias las
ocasiones que expuso Rotella, y en París los affichistes iniciaron su actividad expositiva en 1957. Hay que
tener en cuenta que las dos Bienales de los Jóvenes de París (1959 y 1961) y
las exposiciones dedicadas únicamente al nuevo realismo en Milán y París,
constituyeron la gran presentación pública de esta tendencia, sin olvidar Art of Assemblage de 1961 en Nueva York
y la publicación del importante y extenso ensayo de William C. Seitz en su
catálogo, siendo además que en ese mismo año la galería Rive Droite de Paris
exhibió bajo el título Le nouveau
réalisme à Paris et à New York, una muestra conjunta de arte pop americano,
nuevo realismo europeo -bien distinguidos por Pierre Restany- y, sobre todo en
relación a nuestra generación de artistas aragoneses, una representación de los
primeros pasos del collage integrado en la pintura de los que rompieron con la
ya tediosa expresión abstracta de los Estados Unidos: en Nueva York Ann Ryan,
Lee Krasner y Robert Motherwerll, los tempranos collages de los californianos
Jess, Clay Spohn, Wallace Berman, Bruce Conner y Jay Defeo, y la generación que
Restany denominó neo-dadá para distinguirla de los nuevos realistas: Robert
Rauschenberg, los primeros Jasper Johns y Allan Kaprow, o la obra de Eduardo
Paolozzi. Esta tendencia llamada neodadaísta en Europa, estuvo también
representada en la exposición Art of
Assemblage de Nueva York, a lo que se sumó la irrupción de los fotomontajes
del pop inglés de Richard Hamilton, Peter Blake y Pauline Boty.
Autor: María
Pilar Burges
Título: Bufón ibérico
Tamaño: 90 X
70 cm.
Soporte: contrachapado
Procedimiento: collage
de monedas y resinas vegetales
Firma y data: “Burges”
(parte inferior derecha)
Datación probable: c. 1973
Otros
datos: pertenece a la serie Bufonadas de María Pilar Burges
Con el Abrazo a nuestro mundo Burges se hizo
eco de los acontecimientos de la realidad actual filtrados por los medios de
comunicación de masas, y supo poetizarlos o, mejor dicho, elevarlos a pintura
con su irrupción entre las resinas vegetales. No ostenta el sentido de la
apropiación de los nuevos realistas, y aún menos el décollage, que podría considerarse la antítesis del collage. La
realidad cotidiana es adoptada como material plástico que permite además la
concreción de la información fotográfica y en consecuencia de la realidad
circundante, modelo que fue constante en los pintores aragoneses que trabajaron
en la década de 1960 con collage figurativo, fundamentalmente los principales
miembros del Grupo Zaragoza. Se trata de un primer paso en esta integración del
collage figurativo en la pintura y que podemos considerar casi exclusivo de la
región. Este mecanismo sólo cambiará al menos en la década siguiente, cuando
una subsiguiente generación de artistas aragoneses adopte el estilo sintético
de nuevos representantes nacionales del medio como Joan Brossa, Gerardo Rueda o
Gustavo Torner. Por el contrario, en el estilo de Burges prima el sentido
plástico y artístico ausente tanto en el nuevo realismo como en el trabajo
serigráfico de los artistas pop americanos o en los montajes de Segal y
Kienholz, y existieron casos paralelos en una Europa que recibió los nuevos
ecos realistas de los centros de irradiación (París, Estados Unidos y Roma),
como el holandés Wim T. Schippers que integraba la pintura en las imágenes
fotográficas aunque, a diferencia de Burges, como un signo de apropiación de
una realidad extraña y al margen de las preocupaciones plásticas. En un
principio, la influencia de un Rauschenberg predominó frente a los más
propiamente pop como Warhol o Wesselmann, que por entonces ofrecían sus
primeras exposiciones dentro de esta nueva tendencia.
Autor: María
Pilar Burges
Título: La pajarita de papel
Tamaño: 55 X
100 cm.
Soporte: madera
Procedimiento: collage
de papeles y resina vegetal.
Firma y data: -
Datación probable: 1962
Sin profundizar en estos
modelos, la dinámica de Burges respondía a su propia formación polifacética.
Trató de integrar la realidad en la pintura, en principio para estudiar los
cambios suscitados en el resultado plástico con su valoración y distribución
sobre la tela. Esta realidad, aunque nuestro ejemplo ostente la objetividad
fotográfica -por la que Burges siempre se interesó de manera especial, al igual
que por el cine-, era filtrada antes por el crisol de sus ojos y obtenía así
una proyección personal, expuesta de manera radical y simplificada en La pajarita de papel (donde casualmente
encontramos de nuevo el icono de Ramón Acín), consistente en el enmarcado de
una bruta distribución de textos y documentos que acreditan su currículo profesional
como forma irónica de autorretrato y de someter al juego -la cocotería- la burocracia que representa
oficialmente su trayectoria personal sobre una base de rojos en resina vegetal,
tal y como Acín procedió con su temprano enmarcado de caricaturas, sólo que
ahora como afirmación pictórica de la realidad extra-artística y no como un
modo de disolver el concepto de lo artístico. El círculo se cierra, y el fondo
de resinas vegetales así lo demuestra. El collage comenzó diluyendo el concepto
hermético del arte, y ahora actúa para reafirmarlo una vez enriquecido con
nuevos materiales y una toma directa de la realidad, pues el enmarcado de
acumulaciones fotográficas se generalizó por estos años con una nueva
recepción, revisión y relectura -ahora artística- de los lenguajes
surrealistas, cuyas consecuencias son apreciables por ejemplo en la obra de Sam
Middleton y Jean-Jacques Level, pero sobre todo en los montajes de Bruce
Corner. Entre las noticias de prensa y hojas de catálogos de exposiciones en
las que Burges participó, encontramos referencias a su actividad como
muralista, a sus diseños de frisos y vidrieras, a modo de apología de su
actividad como un todo que no puede ser desgajado, dado que Burges no dejó nunca
de manifestar este empeño, exponiendo junto con su obra pictórica a lo largo de
la década de 1970 sus cristales decorados realizados en colaboración con Pilar
Ruiz de Gopegui y cuyo conjunto, que no dudó en denominar “obra total”,
desembocó en la lectura de su tesis doctoral en la Universidad Complutense de
Madrid en mayo de 1996, una investigación que confronta la experiencia con la
teoría acerca del proceso creador, cuya principal conclusión era su gran máxima
“El proceso creador es único”, con su expresión más concisa en la directa
integración de material impreso y reproducible dentro de los marcos de La pajarita de papel. Lo mismo ocurre
con las artes decorativas y aplicadas, rescatadas de la producción seriada:
“para ser coherente no acepto, pues, industrializar mis cristales decorados, ni
repetir modelos…”, al tiempo que achacaba a
la industrialización y a la fabricación en serie la decadencia de este género.
Estamos de nuevo ante el enfrentamiento entre la pluralidad de los medios de
reproducción mecánica y la singularidad de la obra de arte, ahora con una clara
inclinación favorable hacia esta última.
Indirectamente
relacionada con Burges, otro ejemplo de esta transacción de lo que podríamos
llamar “artes aplicadas” viene de la mano de Federica de Kleissl Pecklo,
conocida con el nombre artístico Guky. Aunque checa de origen, nació en la
ciudad de Pola de la antigua Yugoslavia cuando ésta pertenecía al Imperio
Austro-húngaro. Tras residir en varios países y regiones europeas, se instaló
definitivamente en Zaragoza en 1935, una vez casada con el periodista Raimundo
Garza Serrano. Los datos biográficos que disponemos son escasos; murió
recientemente en 2004 sin que conozcamos la fecha exacta de su nacimiento,
aunque con seguridad éste se produjo en la segunda década del siglo XX. Ante la
enfermedad de su marido comenzó a dedicarse a trabajos de encaje y bordados
para paños, cubremesas y pantallas. Lo curioso es el uso que da en ellos,-
junto con plantas naturales-, a restos de vestidos que han pertenecido a la
alta nobleza de Centro-Europa y de la Europa del Este. En
1968 coincide con María Pilar Burges en un montaje en la Sala de la Diputación
Provincial donde expuso pantallas y cubremesas.
Pues Bien, Guky trasladó a soportes bidimensionales sus materiales de trabajo
para configurar figuras antropomórficas y animalísticas en una suerte de
collages muy naïfs presentados por
Federico Torralba en el catálogo de una exposición individual celebrada en la
Sala Mariano Barbasán de la Caja de Ahorros de la Inmaculada de Zaragoza en
febrero de 1972. En esta ocasión, Torralba destaca el rico material
textil utilizado y que ahora el collage no impulsa hasta alcanzar el estatus
del arte, sino que los hace descender desde la nobleza a la que vistieron
(lentejuelas, tejidos y adornos textiles de alta calidad material, pues incluso
utilizó en sus pantallas plata y cristal) hasta el arte en un curioso juego de
relatividades conceptuales entre la aristocracia y el concepto académico
pictórico, a lo que hay que añadir la figuración infantil que adquieren sus
collages como primer impulso arquetípico resuelto mínimamente en la disposición
antropomórfica y animalística de las piezas. Hay que tener en cuenta que en su
archivo personal encontramos catálogos de Joan-Josep Tharrats, Josep
Grau-Garriga -especialista en el patchwork-
y María Dolores Gimeno, lo que testifica su atención a artistas más o menos
afines materialmente, y su conciencia de haber cuestionado las distintas
jerarquías artísticas por medio de la integración de nuevos materiales.
Guky, Tucán, collage sobre papel, c. 1972.
Esta
misma inversión de valores se produce en los siguientes collages combinados de
María Pilar Burges, primeramente de una manera figurada en Santos de la era industrial (aproximadamente de 1967, nº 7), donde
la arpillera y unos tornillos de producción seriada aureolan cabezas pintadas
de obreros y no al contrario como ocurría en sus collages anteriores, siendo
que la industrialización supuso el final de la unicidad de la obra de arte. En
esta pintura ya apreciamos de manera evidente la capacidad de los materiales
extra-artísticos de crear un espacio pictórico nuevo por contraposición, es
decir, reafirman la presencia de la pintura por negación, que temáticamente se
manifiesta en la dialéctica entre lo humano -lo pintado- y lo inhumano, esto
es, el material de procedencia industrial. Esta contraposición se enfatizó
cuando en la serie Bufonadas y en El tríptico del Becerro de Oro (1967)
introdujo monedas, dinero de papel y talonarios de cheques y documentos de
valor oficial, los cuales se extendieron cínicamente a otros complementos de
distinción social como corbatas junto con otros más inverosímiles, por ejemplo
tetinas de biberón y adornos textiles como flecos de seda que agilizan el empleo
de estos materiales, los cuales igualan su valor al ser integrados en la
pintura, reclamando el poder antijerárquico que ahora ésta ejerce sobre los
objetos jerarquizados socialmente, mientras que el peso introducido que hace de
las figuras imágenes etéreas, condiciona y permite construir el espacio. Este
resultado será adaptado posteriormente en su serie denominada “hiperrealismo
situacional”, donde las escenas más cotidianas son ensalzadas mediante la
división geométrica del espacio definida por la diferencia de tonos a modo de
veladuras, consiguiendo así un efecto de claro-oscuro que esta pintora siempre
investigó y que fue la razón definitiva que la animó a introducir en sus
cuadros materiales no pictóricos -máxima expresión de la apropiación de la realidad-,
impulsada en un primer momento por su inquieto interés por una gran diversidad
de ramas de las artes plásticas, incluyendo las aplicadas, eso sí, siempre en
una misma unidad. La profundidad ficticia es relegada a la pintura, donde la
luminosidad de las resinas ejerce un papel decisivo, y compensada por estos
objetos protagonistas y por signos que condicionan la percepción del conjunto
pictórico. De esta manera enfatiza las escenas cotidianas retenidas en un
instante espacio-temporal preciso, y las eleva a su máxima expresión tal y como
indica el título de la serie “hiperrealismo situacional” expuesta en marzo de
1977 y en la que incluyó sus Bufonadas,
donde el dinero es protagonista. Esta serie de “hiperrealismo situacional” fue
exhibida junto con sus cristales decorados en concordancia con la apertura del
concepto artístico que el collage conlleva.
Autor: María
Pilar Burges
Título: Bufonada
Tamaño: 136 X
100 cm.
Soporte: contrachapado
Procedimiento: collage
de monedas y resinas vegetales
Firma y data: “Burges”
(parte inferior derecha)
Datación
probable: 1967
A partir de los años
sesenta, la pintura donde Burges introduce materiales extra-pictóricos se
limita a las resinas vegetales caracterizadas por el secado rápido. Estos
pigmentos envuelven collages, objetos y sustancias matéricas como arenas, tal y
como procedió en Obviedad Goyesca
(1978), pues siempre se preocupó por la textura de la pintura. Estos nuevos
materiales le permiten profundizar en la superficie pictórica al margen de la
perspectiva, y no solo en profundidad, ahora relegada a la pintura, sino
superponiendo en primer plano el collage, que por sí solo ya es capaz de crear
un claroscuro que define el espacio. El peso de estos materiales agiliza la
pintura por contraposición, y por esta razón denomina a este tipo de materiales
“sustancia de carga”, concebidos no como collages en sí sino como añadidos
materiales a la pintura, por ejemplo para complementar tonalidades que no
pueden ser logradas con ningún pigmento. El collage sustituye a las oposiciones
cromáticas, constantes en su obra, del negro con los verdes, ocres y rojos,
introduciendo una nueva categoría de realidad ya que su “hiperrealismo
situacional” se fundamenta en una desintegración de la escena en diversos
niveles de presencias. Tiene como objetivo crear una unidad nueva, ahora
plástica y donde el collage constituye un primer plano. Por otra parte, Burges
siempre ha dado una importancia especial a la observación como punto de partida
de toda creatividad artística, y
el collage le sirvió de puente directo entre esta observación y el resultado,
saltando por encima de los procesos intermedios como la representación
pictórica o incluso los bocetos previos, lo que establece una nueva escala de
niveles en la profundidad del gesto: aquéllos que requieren los pasos
intermediarios de la ejecución, y aquéllos otros que vienen a agregarse
directamente sobre el soporte. De este modo, el collage responde al talante
pragmático de María Pilar Burges, enemiga de las reflexiones teóricas en favor
de la acción constante que
evita en la medida de lo posible los bocetos y estudios, así
como las elucubraciones y especulaciones acerca de su obra.
Autor: María
Pilar Burges
Título: Los caballeros
Tamaño: 81 X
130 cm.
Soporte: lienzo
Procedimiento: collage
de papel, textiles y resinas vegetales
Firma y data: “Burges”
(parte inferior derecha)
Datación probable: 1967
Con la introducción
directa del dinero en la pintura la crítica social se hace evidente, y no sólo afecta
a la temática, -mera apariencia figurativa-, sino más profundamente al mismo
proceder, a la apropiación de
objetos cargados de valor económico para ser devaluados y degradados, o
engrandecidos como material posible en la creación artística, siendo que así
adquieren valor cualitativo frente al cuantitativo del mercado. La reafirmación
artística de la pintura de María Pilar Burges se eleva por encima de su
principal condicionante, su valor comercial y arbitrario,
mientras que las imitaciones de un cheque y de vales para los juegos de Monte
Carlo de Marcel Duchamp (1919 y 1924 respectivamente) nada tienen que ver, pues
éstos anulan simultáneamente el poder imitativo y único del arte, y el valor
cuantitativo del dinero y su reproductibilidad exacta, al margen de cualquier
consideración artística. Por el contrario, el collage de María Pilar Burges
define a la pintura.
Autor: María
Pilar Burges
Título: Santos de la era industrial
Tamaño: 100 X
150 cm.
Soporte: tabla
Procedimiento: arpilleras,
tuercas y tornillos, resinas vegetales
Firma y data: “Burges”
(parte inferior derecha)
Datación probable: c. 1967.
Autor: María
Pilar Burges
Título: Bufonada del trasvase
Tamaño: 114 X
162 cm.
Soporte: lienzo
Procedimiento: collage
de papel y papel moneda con resinas vegetales
Firma y data: “Burges”
(parte inferior derecha)
Datación probable: c. 1973-1975
Otros datos: pertenece
a la serie Bufonadas de María Pilar
Burges.
Burges, María Pilar y
De Gopegui, Pilar Ruiz,
Cristales decorados y cuadros a la
encáustica, Sala de Exposiciones del Centro Mercantil, Zaragoza, 1974;
Burges, María Pilar
y Equipo B. –
De Gopegui, R.,
Cara y
revés de su época, Galería Carola, Jaca, Huesca, 1982 (catálogo de
exposición)
Las
diferencias de la obra de Burges con el pop y el nuevo realismo ya fueron
perfiladas por
Azpeitia Burgos, Ángel,
“El pop-art de María Pilar Burges”,
Heraldo
de Aragón 23 mayo 1965, Zaragoza, refiriéndose concretamente a este collage
Abrazo a
nuestro mundo.
Texto
de Federico Torralba Soriano en
Guky,
Caja de Ahorros de la Inmaculada, Zaragoza, 1972 (catálogo de exposición)