Las aportaciones estéticas y plásticas de Alfred Jarry y
la ’patafísica
Manuel S.
Oms, AACA Digital nº 32, septiembre 2015
(Artículo basado en la conferencia impartida
el 24 de haha de 8479 desde el Reinado del Padre Ubú en Po-lonia, Facultad de
Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, pocos años después del
desvelamiento del Padre Ubu)
Resumen:
Gracias las
últimas investigaciones sobre arte del siglo XX, especialmente en relación a
las vanguardias históricas, cada vez somos más conscientes de la trascendencia
de la impronta de la filosofía jarriesca en la posterioridad. Sin embargo
todavía no han sido esclarecidos los contenidos de estas aportaciones. En este
artículo nos disponemos a esbozar algunas de ellas
Abstract:
Thanks
to the last researches over XX Century’s Art, specially relative to the
historical avant-gardes, we are increasingly aware of the importance of the
posterity heritage of the Philosophy of Alfred Jarry. However, the contents of
these contributions haven’t been enlightened yet. In this article we want to
draw some of them.
Palabras clave:
Alfred Jarry,
Patafísica, estética, simbolismo, nabis, vanguardias históricas, cubismo,
futurismo, dadaísmo, surrealismo
Key words:
Alfred
Jarry, Pataphysics, Aesthetic, symbolism, modernism, nabis, historical
avant-gardes, cubism, futurism, Dadaism, surrealism
Henri Rousseau, La Seine à Suresnesl, sin fecha
Il a été,
qu’on le veuille ou non, l’animateur du mouvement cubiste en France. On n’a
qu’à comparer ses bois gravés par lui-même avec les plus récentes créations de
ce genre hermétique (je dis hermétique par pure politesse). Alfred Jarry fut
vraiment le premier fondateur de l’école que j’appellerai, faute d’expression
plus technique : l’école des démons de l’absurde (…) Mais c’était encore,
c’était toujours le masque du Père Ubu dévorant le vrai visage de son créateur,
de sa victime plutôt
Rachilde, Alfred
Jarry. Le Surmâle des lettres, 1928
Introducción
Partimos de una realidad, y es la
importancia cada vez más evidente gracias a las últimas investigaciones al
respecto (Marc Décimo, Werner Spies, Henri Béhar, Patricia Leighten, etc.), de
la impronta jarriesca en los principales protagonistas de la gran revolución de
las artes plásticas del siglo XX, especialmente de las vanguardias históricas,
si bien este legado ha sido siempre más reivindicado para los escritores como los
surrealistas en su conjunto, o como Artaud, Jean Ferry, Boris Vian, Raymon
Queneau, Baudrillard, etc. Gran activista en los círculos literarios
simbolistas de su época, bien conocida es la proximidad de Alfred Jarry (Laval,
1873 – Paris, 1907) a los pintores nabis que sirvieron de correlato a este
movimiento literario, especialmente con su colaborador e ilustrador Pierre
Bonnard.
La presencia pictórica y escultórica de
Jarry no se limitó en principio a este movimiento simbolista. Pablo Picasso, principal
protagonista del cubismo junto con Georges Braque, siempre insistió en la
enorme devoción que sintió por nuestro escritor bretón, a quien posiblemente
conoció por mediación del escultor simbolista vallisoletano Paco Durrio, residente
en París e íntimo amigo de Gauguin, líder de los nabis. Fue Jarry y no el
coleccionador Wilhelm Udhe, -primer esposo de Sonia Delaunay-, el que hizo conocer
al malagueño el pintor naïf Henri Rousseau el Aduanero, ya que al ser ambos –Rousseau
y Jarry- naturales de Laval (Bretaña), fue él el que realmente lo descubrió. Incluso
su amiga Rachilde opina que fue él el que lo creó. La ’Patafísica como ciencia
de los “delineamientos” y su interés por el lenguaje infantil, así como por la
blasonería que sublima los objetos cotidianos tal y como demostré en mi tesis
doctoral El collage, cambio esencial del
siglo XX… (2007), fueron fundamentales en la ruptura de los objetos en su
transposición a la pintura de Picasso en los primeros años del cubismo
científico. Quizás por ello Duchamp siempre antepuso en sus influencias a Raymond
Roussel para desmarcarse del pintor español y rival del grupo cubista de
Puteaux del que formaba parte juntos con sus hermanos y Picabia por sólo citar
algunos; al menos hasta que en 1953 fue nombrado, como Man Ray, Max Ernst o
Joan Miró, Sátrapa del Colegio de ’Patafísica fundado en 1948 por Noël Arnaud y
Jean Ferry entre otros. Y no sólo eso. También los futuristas, opuestos
igualmente al grupo de Puteaux, sintieron una gran devoción por Jarry, una de
las pocas influencias que reconocieron por no decir prácticamente la única; especialmente
por el fundador Filippo Tomaso Marinetti, quien colaboró con él en la redacción
de la revista simbolista La Plume
durante su estancia en París entre 1893 y 1896, siendo que antes de su muerte
compartieron una importante correspondencia. Precisamente Marinetti conoció no
sólo el simbolismo pictórico a través de esta revista, sino también el
divisionismo o impresionismo científico que sirvió de base para la pintura
futurista desarrollada a partir de 1909 por Balla, Carrà, Severini, Russolo,
Boccioni, Depero, etc. El Supermacho (Le Surmâle, 1902) de Jarry, subtitulada
“novela moderna”, fue sin duda el impulso necesario para que Marinetti fundase
el movimiento futurista, lo que ya resulta notable en su temprano Roi Bombance de 1905. Además, debemos
tener en cuenta que la primera traducción al italiano de Père Ubu fue obra en 1926 de otro futurista italiano, el
polifacético Anton-Giulio Bragaglia.
Si bien la presencia de Alfred Jarry
también estuvo presente en la eclosión Dadá del Cabaret Voltaire donde Arp
recitaba pasajes de Père Ubu, su
influencia sobre el surrealismo siempre fue declarada, siendo reconocida
definitivamente en el capítulo que André Breton le dedicó en su Antología del humor negro de 1940. Ya
hemos visto cómo algunos de sus pintores protagonistas pertenecieron al Colegio
de ’Patafísica, a los que se unieron nuevos representantes como el artífice del
arte bruto Jean Dubuffet o el nuclearista Enrico Baj. Con ellos, así como con
otros representantes de los años cuarenta y cincuenta, -sin ir más lejos toda
la nómina de pintores y escultores CoBrA-, podemos afirmar que su presencia ha
estado siempre presente a lo largo de la historia del arte del siglo XX sin que
todavía se hayan matizado sus aportaciones estéticas. Nuestra intención aquí es
esbozar algunas de ellas, con el fin de estimular este nuevo campo de
investigación que posiblemente pueda cambiar nuestra visión sobre la evolución
de buena parte de la plástica contemporánea occidental y la presencia de uno de
sus artífices más ocultos pero quizás de los más trascendentes.
1.
Apuntes sobre la crítica de la obra de Alfred Jarry y
sus limitaciones
Existen causas bien determinadas de
que esto último sea así. Michel Arrivé ya advierte de una primera barrera en el
reconocimiento de la obra de Jarry: la excesiva reiteración y repetición hasta
el mito, desde Apollinaire, André Gide o Rachilde, de distintas anécdotas de su
vida. Si bien es verdad, -y André Breton fue uno de los primeros en reconocerlo
en su Antología del humor negro-, que Jarry elimina las fronteras entre
la obra literaria y la vida real, anteponiendo como objeto su propia experiencia
transcurrida durante treinta y cuatro años -una gran aportación a la
posterioridad-, este hecho impide una valoración completa. Debemos tener en
cuenta, además, la dificultad que suscitan sus textos por los constantes
motivos sexuales que, aún hoy, expuestos desde ángulos específicos pueden
ocasionar repulsión. A esto hay que añadir su “obsesión semiótica” tal y como
vuelve a señalar Arrivé; y no por mera provocación, -imposible hoy en día-,
sino por la responsabilidad que el pensamiento jarryesco lega a estas potencias
en la manifestación del yo. Está claro que ambos caracteres, sexualidad y
semiótica, están absolutamente imbricados.
2. Situación de las artes plásticas en la actualidad
Hoy se debate considerablemente sobre
la posición del arte en un mundo conformado de una manera inaudita. Su crisis
viene suscitada por su dudosa posición entre una sobreabundancia de imágenes
cuyo sistema poseen unas funciones claras y unitarias. Mientras se desarrolla
un arte regido por valores cuánticos (en último término los valores de cambio)
y susceptible de ser seriado en su distribución –cine, televisión, best-sellers, imagen digital, hoy
internet-, sumergido en luchas intestinas dentro de su propio ego acerca de las
patentes, el arte de la exclusividad (artes plásticas), afectado a priori
por la lógica actual de la imagen gracias a su profesionalización desde tiempos
ancestrales, ha servido de paralelo en su proceso de nueva idealización,
mostrándose conocedora y superadora de las proposiciones de las llamadas
“vanguardias históricas”. Participa desde la última Academia (han acaecido ya muchas
desde aquella ingresca del siglo XIX francés) en una nueva mimesis de la
realidad excusada por su conceptualización. Los medios técnicos se encuentran
hoy en un estado primitivo de reproducción e interacción ficticia con el
espectador, ahí donde se sustituye la posibilidad del azar por la probabilidad
de la matemática cuántica.
En el zaguán del nuevo siglo (pues ya hemos
superado la toma de conciencia de un nuevo milenio), el panorama editorial
artístico, de estudios monográficos y ediciones de antiguas fuentes, demuestra
que hoy es momento de reflexión de todo lo transcurrido desde el cubismo. Hoy
es un momento crucial. La ’Pataphysica -según dicen los expertos- se ha
re-desvelado. Las vanguardias se releen y Duchamp, Picabia, El Lisistzky...
suplantan a Dalí, Picasso, Soutine, Nolde... Mueren en las discusiones de los
entendidos los matisses y se recurre a Bryen, Bellmer o Teige. Y tras las
novedades vislumbramos una mayor madurez en torno a la obra de Alfred Jarry. No
obstante, ni tan siquiera con la creación de un Teatro Alfred Jarry en 1926 por
los surrealistas disidentes Roger Vitrac¡ Antonin Artaud y Robert Aron, a pesar
de las calidad de las aportaciones teóricas de este último acerca del teatro y
su puesta en escena, o de un Colegio de Pataphysica en 1949, no se ha expresado
su pensamiento y sus influencias posteriores como un conjunto coherente. Yo
tampoco tengo la capacidad suficiente para poder hacerlo. Aún así, insisto, aún
no se ha expresado.
3. Situación de la ’Patafísica en la historia del pensamiento
Se mantienen dos constantes en
el pensamiento y obra de Alfred Jarry, -Ubú y la ’Pataphysica-, ambas tomadas
de una impresión de adolescencia: su profesor de física Hébert del Lycée de
Rennes. Por lo tanto, la ’Pataphysica surge como la revelación de la física y
por ello se antepone tanto a ella como a su superiora según la jerarquía
platónica: la metafísica. Pero no debemos olvidar que se revela desde un objeto
o situación objetual, una disciplina objetivamente impartida por un profesor
que de por sí suscitaba las burlas y risas de sus alumnos. Hébert será su
principal predicador y no Jarry, quien hará, sin uso de su conciencia olvidada,
de mecanismo de revelación. Hebert será el hombre físicamente realizado
(recordemos su volumen) y, revelado, el fin último de la ’Pataphysica, el éxito
de una sublimación.
Por lo tanto, ya conocemos el origen
objetivo de la ciencia que escapa de la autoría de Jarry (en un origen, cuando
tenía quince años de edad, Ubu fue la creación de Jarry con dos de sus
compañeros de clase, los hermanos Charles y Henri Morin) y que, según una de
las acepciones expuestas en el libro Gestas y opiniones del Dr. Faustroll,
es a la metafísica lo que ésta es a la física. Pero, ¿cómo supera a la
metafísica?, ¿qué hay más allá de las ideas? Evidentemente se trata de la
manifestación de estas ideas o, más concretamente, del pensamiento que las
engendra y que tiene su origen en una conciencia. Y no recurramos a una
conciencia “humana”, calificativo combatido por Max Stirner, sino a aquella
otra que mantiene la certeza irracional de un Yo. Son varios los autores que
hablan de la ’Pataphysica como una ciencia del narcisismo, y de Ubú como un
“Narciso Superstar”.
Si las ideas dejan de estar vivas al
ser pronunciadas, si pierden su relación con la realidad referida al estar sujeta
al devenir, se deberá encontrar un medio propicio de manifestación, el cual -aclara
el mismo libro- es el epifenómeno, esto es, lo que se superpone al fenómeno
como la Pataphysica a la metafísica y ésta a su vez a la física. La ’Pataphysica,
así, debe ser una ciencia del tiempo, del tiempo pensado, una ciencia del
pensamiento, una ciencia que busca como fin último un resultado material. De
esta manera Jarry entra de lleno en la amalgama de propuestas post-hegelianas
del siglo XIX, -desde Feuerbach hasta Marx y Engels-, que huyen de la
idealización para buscar una auténtica filosofía materialista. Aunque quizás
sea el discípulo más olvidado del profesor de Jena quien sirva de eslabón al
pensamiento de Jarry: Max Stirner, quien en su El Único y su propiedad
establece el enfrentamiento entre el yo y la humanidad, concepto este último
ideal y vacío. Según esto, el fin último de la ’Patafísica es la
materialización de un pensamiento absoluto, la materialización del yo cuyo
resultado primero lo encontramos en el personaje el padre Ubu, pese a sus aparentes
ambigüedades.
En Génesis del pensamiento moderno, Marcel Jean y Arpad Mezei sitúan
las aportaciones de Jarry entre lo objetivo y lo subjetivo, es decir, entre los
marcos de la fenomenología. Hegel ubicó la estética en la necesidad intrínseca
del sujeto por objetivarse para sí (por ejemplo su autoconocimiento), midiendo
el resultado poético en la distancia que los separa. De este modo el arte se
evalúa por el espacio que media entre él y su referente real -adecuación o
inadecuación-, encontrando mejor partida en la relación que el autor-espectador
debe establecer entre su idea y la materialización resultante, dos imágenes
que, por el devenir, resultarán siempre dispares.
Jean y Mezei aluden a su
“antidialéctica” por la unión constante de contrarios aunque, por esa misma
unión, la antidialéctica será la dialéctica tanto como César Anticristo será
Cristo.
4.
La ’Patafísica como materialización del pensamiento y
como pensamiento de la materia
Aún cabe preguntarnos: ¿cómo tiene
lugar la manifestación del Yo? Centrémonos en la definición de ’Pataphysica
ofrecida por el propio Alfred Jarry:
“La ’patafísica es la ciencia
de las soluciones imaginarias, que otorga simbólicamente a los lineamientos,
las propiedades de los objetos descritas por sus virtualidades” (traduzco,
libro II de las Gestas y Opiniones del Dr. Faustroll)
El primer desliz de la crítica
tradicional consiste en considerar esta disciplina como una “ciencia de las
soluciones imaginarias”. Para ello recurren los estudiosos, en un párrafo
anterior, al “universo suplementario” que será regido por las leyes de la nueva
ciencia. Jarry, seguidamente, -y son mayoría los autores que no citan esta
continuación sin la cual esta nueva ciencia se pierde entre las entelequias y
los mundos paralelos-, ya advierte del carácter relativo de este mundo
suplementario y del tradicional, fruto de su estudio a través del crisol de las
ciencias tradicionales. Y resulta suplementario por estudiar lo particular.
Pero si leemos una línea más arriba, la Patafisica centra su objeto en lo
particular ya que “el epifenómeno es a menudo el accidente”. Es el epifenómeno
el objeto de la ’Patafísica y no el accidente, aunque se hubiera impuesto de manera
mucho más intrigante esta segunda fórmula. El epifenómeno es accidente a menudo
porque recoge en su seno la esencia y la forma, es decir, hace de las dos
categorías una unidad en su manifestación. Como dice Deleuze, “el epifenómeno
es el ser del fenómeno, mientras que el fenómeno es el ente o la vida”. Pero,
¿cómo conseguir una ontología del fenómeno? El propio planteamiento ya conlleva
una unión de contrarios.
La ontología de Jarry, a
diferencia de la tradicional (la ciencia mantiene una base arbitraria: la
finalidad de sus investigaciones, dejando de lado las restantes posibilidades),
es la que introduce en su razón de ser lo que no es. Es decir, para llegar
desde el fenómeno hasta el epifenómeno, tendremos que sumar por cualidad, para
mantener la distinción, el ser con el no ser, el ser con sus posibilidades de
ser o lo que no es en ese preciso instante. Es así que la ’Patafísica puede
calificar cualquier objeto. Éste ya no se trata de X, sino de infinito – X. Es
más, su no ser es lo que delimita sus contornos, sus delineamientos.
5.
La ’Patafísica es una ciencia del tiempo.
Integración de los números 2 y 3
El contorno siempre es de orden
conceptual, no existe para la vista. Éste es el verdadero sentido de “las
soluciones imaginarias”. Su relación con la percepción sensitiva -la
virtualidad de los objetos- es de carácter simbólico, alegórico si nos
atrevemos a decirlo así. Ya hemos mencionado al principio de este artículo la
amistad de Jarry con diferentes pintores nabis que ejercitaron el cloisonné de Émile Bernard, y también cómo
fue él el que descubrió al aduanero Rousseau caracterizado por reducir las
figuras a simples siluetas sometidas a las líneas que las definen.
En su Teoría de la vanguardia, Peter Bürger pone en relación la
imagen de tradición renacentista con la de vanguardia a partir de la definición
de alegoría formulada por Walter Benjamín en “El origen del Trauerspiel alemán”. Si la primera
consiste en una unión de fragmentos en busca de la unidad hasta el emblema, -la
idea divina-, la segunda por el contrario parte de esta unidad simuladamente
orgánica para desmembrarla y yuxtaponer de nuevo sus fragmentos y, en las
fisuras resultantes, exponer el fruto de un proceso vital. Entre ambas
concepciones de imagen localizamos a Jarry por buscar una ontología manifiesta
en la materia (junto con Sade, Nerval, Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, Ducasse,
Vrúbel, Darien, Cross...). De ahí su interés por la heráldica como demuestra en
Les minutes de sable memorial y César-Antechrist, producto de una
toma de los motivos desde la realidad perecedera por la idealización del espíritu
para luego manifestarlo en el dibujo de los distintos elementos que conforman
el escudo final. Con Jarry la línea subjetiva de la estética de Kant (Crítica
del Juicio) recupera su objetividad.
Y
esto último es importante, porque la virtualidad fue el primer conocimiento que
dispuso el hombre para aproximarse a la realidad. El arte, una vez institucionalizado
en el siglo XVIII, fue confiscado para la población con el fin de ser abstraído
y ejercitado por unos pocos elegidos. Sin embargo, antes que nada ha sido y es
un conocimiento que antecede a la religión (fe), a la filosofía (razón) y a la
ciencia (inducción y cuantificación), tal y como Asger Jorn distingue dos fases
de la religión: una primera gobernada por los límites naturales, y aquella que
integra la metafísica en sus asuntos (“La pataphysica, una religión en
formación”, La Internacional Situacionista nº6, agosto de 1961). El
primer medio fundamental recogido por Jarry es el pensamiento binario de
contrarios (primer estadio de la religión). Tal y como no fue el él que creó a
Ubu, tampoco es él quien unifica estos contrarios, sino que, desde la aparición
de la conciencia binaria, ésta se sustentó en la certeza de un absoluto conformado
por la conjunción de los contrarios mismos: hembra y macho, mano derecha activa
- mano izquierda espiritual en las impresas conservadas en la cueva de Gargas del
Pirineo francés, cuerpo y alma. Es la noche y el día, el ser y el no ser, el
mono mariposa jorobado Ha Ha del Doctor Faustroll (en tanto que antidialéctica),
cornegidouille, sustitución de la cabeza por el vientre en el Padre Ubu,
el Cristo y el Anticristo, César y Anti-césar, sujeto y objeto, etc. Lo dado y
el azar conforman la unidad del epifenómeno. Sobre este
sistema binario se superpone el pensamiento trinitario que bien pudo asumir de
su educación cristiana. La cuadratura del círculo se manifiesta en la cruz, ora
de Cristo, ora de la bicicleta: crucifixión de tres clavos, emanación del
espíritu de una religión metafísica. El pensamiento trinitario es la conciencia
de tiempo que se superpone a la conciencia espacial manifestada en la simetría
heráldica.
Tal y como defiende el propio Jarry
respecto al teatro y a las artes clásicas (Le temps dans l´art,
conferencia en el Salón de los Independientes, 1902), él, en su literatura y
animado por sus inquietudes seudocientíficas, buscó y anheló siempre, -o al
menos a partir de 1899 por lo menos-, la unión de los tres estados del tiempo, una
trinidad expresada por la cábala que a su vez es signo de la sabiduría suprema
representada mediante los dos triángulos dispuestos de manera invertida.
Pasado, presente y futuro o lo posible (es así que la ’Patafísica es una
ciencia del azar), conforman este pensamiento ternario más avanzado que,
sintetizado con el binario, resuelven ambos en un absoluto dos eras
fundamentales del pensamiento (la Prehistoria y la Historia, la femenino y lo
masculino), a lo que se suma la posibilidad infinita, -aquello que no son-, en
un saber supremo.
- La ’Patafísica
es la fenomenología del yo
La búsqueda de un pensamiento
trinitario condujo pronto, en el Amor Absoluto, a formular el
triunvirato antes de que el mismo padre del psicoanálisis lo enunciase: madre,
padre e hijo. La incertidumbre de Emmanuel Dios constituye la diatriba entre ser
hijo y ser padre, para lo que debió confesar su amor por la virgen, lo que le
obligaría a retroceder hasta la situación del pasado: la Anunciación, la Santísima
Concepción y el regazo materno. El pasado y el presente más el futuro crean un
absoluto que incluye el futuro más el presente y el pasado, lo que coincide con
la duración bergsoniana así como con las aspiraciones estéticas más profundas
de la Historia del Arte, desde las manifestaciones funerarias de la antigüedad
hasta la pintura metafísica de Giorgio de Chirico. Lo mismo ocurre con los
estados del yo según Jarry:
-
La
homosexualidad de Haldernablou en Los días y las noches es el ego
enamorado de su reflejo. Es el comienzo de la espiral, la gidouille de Ubú –representación del número áurico degradado desde
las ideas, la cabeza, hasta la parte mecánica de las digestiones del yo, puesto
en movimiento hasta topar con el objeto.
-
El
Supermacho y Messaline
corresponden a la heterosexualidad, al amor por el objeto manifestado como una
máquina orgánica, una constante. El objeto, al final del proceso, mata al
sujeto, pierde el devenir del tiempo y del espacio alcanzando el estado de Absoluto,
albergando en su seno su sexo y su contrario, el sujeto y el objeto en un Yo
manifestado por ser ahora sublime.
- La cuadratura
del círculo
Como vemos, tanto
la superación temporal como los estados del yo de Jarry, -las dos vertientes de
su trinidad-, no consisten en una simple consecución de una superación, sino
que reculan al primer punto para manifestarlo. Roger Shattuck ya subrayó el
carácter circular de César Antichrist. Relativo al tiempo, al final del
proceso, gracias a la unión de los tiempos y espacios (las palmeras en la nieve
y los revólveres en el año 1000, llegada del Anticristo y segunda venida de
Cristo) se recupera el recuerdo. En Los días y las noches se mantiene
este pasado gracias al amor que Sengle siente por su compañero.
De esta misma
manera la física alcanza la metafísica para manifestarla en la materia. No hay
consecución, sino que la superación retorna al estado primero. Es un movimiento
cíclico lo que condujo a Jarry a fascinarse por la bicicleta, capaz de
transformar el movimiento circular de los pies en un avance continuado del
espacio, dentro del marco que él entiende como cruz (“La pasión considerada como una cuesta arriba”, artículo publicado en
Le Canard Sauvage del 11 al 17 de abril de 1903; original: “La
passion considerée comme une course de côte”). Duchamp consiguió la ficción de
profundidad gracias al girar de su rueda de bicicleta y, posteriormente, con
diversos rotorrelieves que manifiestan en una nueva dimensión el
reflexionar del Padre Ubu; esto es, cuando la gidouille (su vientre, recordemos) se activa y entra en movimiento.
Estos rescates del
recuerdo nos remiten a Henri Bergson, profesor en el Instituto Henri IV de
París en los años que estuvo matriculado Alfred Jarry. Se habla a menudo de la
teoría de la risa de este filósofo en la obra de nuestro autor, una manera más
de recluir su labor al mundo de la comedia, del canular, la risa nacida en la
contradicción como ya apuntó en su momento Baudelaire (Lo cómico y la
caricatura, aunque Bergson insistía más profundamente en la posición de la
risa entre la vida y el arte). Deleuze ha sido el único en establecer más allá una
relación clara y contundente entre la filosofía del tiempo de Bergson y Jarry,
y ésta estriba en la no correspondencia de un tiempo pensado formado por la
yuxtaposición de instantes, mientras el tiempo real inaprensible constituye la
continuidad. Por otra parte, Bergson necesita diferenciar la imagen virtual producto
de la imaginación, del recuerdo, es decir, de cuando la imagen virtual es
evocada por un objeto presente. De ahí la vitalidad que siente Sengle por su
amado, la necesidad de materializar su condición de imagen en un ser real.
El movimiento circular es la culminación de la manifestación en
su virtualidad. Esto nos podría recordar la noción de eterno retorno de Nietzsche,
sin duda, aunque hay diferencias sustanciales por las que el “universo
suplementario” de Jarry se ubica dentro del mismo mundo tradicional en su
manifestación, mientras los universos instantáneos de Nietzsche son “mundos
complementarios” extirpados del Yo.
Las limitaciones
perceptivas del hombre alcanzan su pensamiento. Jarry encuentra en la máquina,
en una consideración de la misma quizás más próxima al cine y antes a la
fotografía, el medio de manifestar la naturaleza del pensamiento de un yo en
expansión una vez superado lo humano. La heráldica participaría de la misma
dinámica, como el lenguaje. He ahí la teoría mecánica de Jarry; pero, ¿qué es
lo que la pone en funcionamiento? El deseo hacia el objeto sin duda, el amor,
alejado para Jarry de las cuestiones físicas desde el momento en que se refiere
a un amor narcisista, propio de un estadio primitivo que sólo usa el sexo como
un mecanismo de exteriorización cualquiera. Sustituye la conciencia por el
deseo que actúa mecánicamente. Recuérdense al respecto las conversaciones entre
Ubu y su conciencia que guarda en una vieja maleta.
- El Amor Absoluto
“El erotismo es un
desequilibrio en el cual el ser se cuestiona a sí mismo, conscientemente. En
cierto sentido, el ser se pierde objetivamente, pero entonces el sujeto se
identifica con el objeto que se pierde”, dice Georges Bataille en El
erotismo.
Alfred Jarry cree, -pues
su obra así lo demuestra-, que este desequilibrio constituye el principio de
libertad de Epicuro comentado en Las
gestas y opiniones…: el clinamen.
Entiende el erotismo como un proceso mental, así como la ’Pataphysica misma al ser
la ciencia de las soluciones imaginarias. Arrivé también localiza en el amor el
lazo de unión del lenguaje jarryesco entre la denotación (significar tal
objeto) y la connotación (significar la función de tal objeto), y lo mismo podemos
afirmar para las relaciones entre significantes y significaciones. Aun así Deleuze
va más lejos: “en Jarry el signo no identifica, pero muestra”. Es la “r” lo que
hace de una palabra mal sonante digna de apertura de una de las piezas
teatrales más importantes de la historia de la literatura: el “merdre” del Padre Ubu. Es el
apóstrofo de la ’Pataphysica en su singularidad material lo que la dignifica (en
principio con el fin de evitar un fácil “calembour” o retruécano según las Gestas y opiniones del Doctor Faustroll).
El ha ha simplifica bajo el principio de simetría la superación de
contenidos en una conversación de dos para poder mantenerla, puesto en boca de
un mono que nada con la joroba (uno) y que se refleja en las lagunas de París
(dos), así como César, a su llegada al mundo terrestre, se observa en forma de
Cristo sobre las aguas de un pantano en presencia de los Tres Cristos. La Pataphysica, tal y como advierte Jean
Baudrillard, gira sobre sí misma, ella no se puede definir a causa de su
evidencia: ella es la tautología de la manifestación visible, y por ello
recupera la estética por ser éste su domino.
9.
La ’Patafísica reclama el arte como medio de
conocimiento sublimado: el infraleve
La palabra “arte” ha perdido en la conciencia colectiva su principal
significado desde hace por lo menos dos siglos, desde que reapareció abstraída
en calidad de institución cultural. Cada civilización le ha asignado su propia
función, en concreto la nuestra optó por el de la representación de los gustos
subjetivos. Sin embargo no debemos olvidar que “artificio” procede de “arte”,
disciplina que concierne a los accidentes, a las formas y a sus meras presencias.
Por lo tanto, antes que una buena producción de ciertos objetos, se trata del
conocimiento que de éstos tengamos a partir de su virtualidad, lo que nos
conduce directamente a la definición de ’Pataphysica
ofrecida por el Dr. Faustroll. Antes de fabricar un concepto apreciamos la
mera presencia de las formas sobre la que añadimos a posteriori aquellos
conceptos previamente adquiridos o prefabricados.
Marcel Duchamp, Sátrapa del Colegio aunque en un principio más
influenciado por Raymond Roussel y Gaston de Pawlowski (también reconocidos por
el Colegio de ’Patafísica), jugó por ello, tal y como lo explica José Jiménez
en La vida como azar, con las
distancias entre las apariencias y los contenidos, entre las fracturas por
sorpresa y sus preconcepciones. Gracias a este método logró, antes incluso que
el desencadenamiento del movimiento dadaísta, volcar las investigaciones
cubistas pictóricas y escultóricas sobre la vida misma, en actitudes que
conciernen nuestra vida cotidiana. De ahí la afirmación de Apollinaire en 1913
en sus Meditaciones Estéticas. Los
pintores cubistas de que el menor de los hermanos Duchamp (a excepción de
Suzanne, claro) estaba llamado a reconciliar el arte “con el pueblo”. Para ello
situó entre ambos niveles de apreciación una tercera categoría expuesta en sus
notas sobre el Gran Vidrio: la
aparición, la definición del objeto por sus dimensiones, es decir, el molde, lo
que queda encerrado por su no ser o lo que no está presente (las palabras – maletas
de Carroll o de Alfred Jarry). Recordemos cómo, en el París del Dr. Faustroll,
no sabemos si las islas son las lagunas o las lagunas son las islas,
estableciendo el punto de partida del conocimiento en las líneas limítrofes
entre la tierra y ¿el mar?
Mientras más se alargue la distancia comprendida entre una apariencia y
su aparición, más crece el valor poético. El aumento de tal distancia aumenta
el peso de la presencia, de la mera apariencia de las cosas, ofreciéndose de
una manera inmaculada que amplía las libertades cognitivas del sujeto.
He ahí el gran aporte, primero del Dr. Faustroll y luego de Marcel
Duchamp: el arte vuelve a ser objeto del conocimiento y no la fabricación de un
artefacto profesional y separado de la realidad. Las enseñanzas de Duchamp
conllevan inevitablemente la disolución del artista en su entorno y de este
modo su desaparición definitiva.
Mientras se producen estos adelantos, en un principio y lamentablemente
en reducidos círculos culturales, entendidos luego por la mayoría de artistas
como productos de su situación intermediaria y profesional entre el objeto y el
espectador, al tiempo que se pierden absolutamente las funciones ópticas del
arte, el sistema económico adquiere la responsabilidad de imitación para
reificar una realidad y presentarla de nuevo ante los consumidores, ahora
acorde a ella misma. En este sentido, las aportaciones de la vanguardia
histórica han sido bastante contraproducentes. En cambio, no lo serán si
aplicamos las bases cognitivas de Duchamp. Entre un objeto y su molde, entre un
modelo y su representación, siempre queda una distancia que él denomina infraleve
o inframince, dimensión e energía desechada y olvidada.
El infraleve es la brecha abierta en la mimesis que, aplicando
el principio de cualidad, pasa a ser una infinitud por ínfima que sea. Marcel
explica con ejemplos sin teorizar la existencia del infraleve. Del mismo
modo, el ejemplo del reloj ofrecido por el Dr. Faustroll en “Elementos de la Pataphysica”,
supone la exaltación del infraleve que queda entre la presencia del
reloj por su función (connotación) y sus posibilidades de representación
geométrica en dos dimensiones (las otras posibilidades denotativas).
10. Aportes revolucionarios de la ’Patafísica
Es así que la ’Patafísica
propone el arte como medio de conocimiento. Resulta evidente ante la
importancia y atención que prestó Alfred Jarry a la pintura y a su dimensión
simbólica y poética, dada su colaboración con diferentes pintores nabis, los
reconocimientos en sus obras literarias a los mismos y las conferencias
pronunciadas sobre pintura, por ejemplo en el Salón de Independientes de París,
en principio animado por los neoimpresionistas o impresionistas científicos
abanderados por Félix Fénéon. Apreció en el simbolismo de Gauguin y de sus seguidores
un correlato plástico de sus letras y un perfecto escape de la restricción que
supone la palabra escrita, y esto en función siempre de la sinestesia, por
ejemplo el papel de los cinco sentidos en Los días y las noches. Sin
embargo, si arrastramos hasta sus últimas consecuencias las teorías científicas
de Jarry en cuanto que se refieren a las propiedades virtuales de los objetos
(principales para construir sus simbolismos en la heráldica), sitúa, por todo
lo anteriormente comentado, el arte como conocimiento -verdadero sentido de los
ataques de Duchamp a la creación-, lo que en principio supone un retorno a los
estados primigenios del hombre, al pensamiento de orden binario. Aún con todo,
al ser considerado el arte como una ciencia y aplicar las dimensiones
temporales de la trinidad, se alcanza la sublimación del conocimiento: la cábala,
la estrella de seis puntas formada por dos triángulos (2x3) invertidos, uno
reflejo del otro. El arte es recuperado por el Yo de cualquier persona,
anteriormente extirpado a los diez años de edad por lo que entendemos como “primera
crisis de realidad” cuando la mayoría de los niños dejan de dibujar
(normalmente poco pintan). Como
vemos, el acto de Duchamp de presentar en 1917 un urinario como obra de arte,
va mucho va más allá de una simpe consideración artística de los objetos
cotidianos. Antes exige una absoluta negación de la arbitrariedad artística
contemporánea.
Se rescata el arte del
ámbito institucional como medio de conocimiento, apto para todo el mundo y no
separado en la producción de artefactos singulares que decoraron los hogares de
la burguesía y que en la actualidad sirven a la acumulación sin significado de
fondos económicos, al constituir, según nos cuenta Asger Jorn en Crítica a
la política económica, un contravalor, concretamente el mundo de las
apariencias sin significados previos.
Una vez expuestas
estas consideraciones más generales, ya podemos enumerar las aportaciones estéticas
de Alfred Jarry, por ejemplo de la siguiente manera:
- La apreciación matemática cualitativa, gracias en principio a las distintas aplicaciones
de las propiedades del 2 y el 3, devienen posibilidades intrínsecas de los
números que nada tienen que ver con sus propiedades conmutativas,
disyuntivas, etc. Nos referimos a la constante existencia de infraleves
que establecen las probabilidades como asíntotas tendentes al infinito
o al cero en cualquiera de sus funciones. Todo es lo mismo, ya que todo
refiere al yo stirniano, el mismo que hace de la matemática un trasunto
cualitativo. De esta manera sobrepasamos la probabilidad de las
matemáticas cuánticas hacia la cualidad de las posibilidades, las cuales
se nos presentan infinitas: la “coupure” de Poincaré, los mundos
dimensionales de Abbott, el principio vital de libertad en suma, para
establecer una relación del yo con el objeto y ya no de la humanidad con
su entorno.
- El uso del lenguaje, el concepto semiótico de la expresión de
Jarry, establece la unión de los significantes con los significados por
medio de un deseo entendido como amor. Éste es el trasunto de su singular simbolismo,
y así comprendemos a Deleuze cuando, comentando su literatura y su
pensamiento, afirma que el signo no identifica sino muestra. En este
sentido enfrenta la manifestación en calidad de objetivo último de su
ciencia, con la explicación, que es a su vez el fin último de la ciencia
tradicional. Ésta, la manifestación, es el único servicio que el lenguaje
puede ofrecer a un yo único. La relación se establece por una toma de
conciencia del simbolismo, y no precisamente por parentesco. Las
evocaciones son deseadas, y la conciencia en Jarry actúa como una
constante prolongable hasta el infinito que explica el cambio cósmico de
la realidad, mientras que la conciencia colectiva y tradicional actúa como
un decálogo estático consultable por constituir un objeto más (diálogo
entre Ubu y la conciencia en Ubu Cocu)
- Reconocimiento a la existencia real del pensamiento. En sus obras vemos cómo los conceptos
abstractos y ciertos elementos heráldicos conversan, dialogan y exponen
como si de personajes se tratasen. Éste es el desarrollo del enunciado: el
miedo, el amor, la conciencia... Por otra parte, en su vida real Jarry
recurre a un lenguaje caracterizado por prolongar los momentos en
continuidades al nombrar a las personas por las acciones que en ese
momento llevan a cabo: el que grita, el que come, el que muere...
- Père Ubu: “CorneGidouille! ¡No
habremos demolido todo, sino demolimos incluso las ruinas! Ahora bien, no
veo otro medio de equilibrarlo sino con edificios hermosos y bien
dispuestos (Ubu enchainé,
1900)
Como bien observa Roger Sattuck, más
allá de su aparente nihilismo Jarry presenta en su obra un aspecto
constructivo. Se destruye mientras se construye, y se construye mientras se
destruye, simultáneamente. La construcción es reivindicada en su obra, esto es,
la transformación de la materia una vez negada la imitación y la
representación. En el proceso es patafísico se reclama un arte que sirva de medio
de conocimiento, y es éste el método circular a seguir: formación de la idea
por el sujeto desde el objeto y sometimiento a la naturaleza virtual del
recordatorio, para luego evocarlo sobre la materia a través de las propiedades
virtuales de los delineamientos. Esta última aportación que resume las
anteriores a modo de conclusión, es incomprensible si la facultad transformadora
del pensamiento no procede de un deseo individual y nunca “humano”. Con la
humanidad se pierde el narcisismo, motor que mueve todo el complejo perceptivo
y activo (Stirner).
- No se puede
entender la obra de Jarry si no es desde el autorretrato. El yo recupera su lugar primordial en el Todo
desplazando a la ficticia « humanidad ». La obra de Jarry,
inseparable y unitaria, son las distintas fases necesarias para la
sublimación de su persona. Identificó a Dios con su yo, para lo que hay
que tener en consideración que el dios que trabajó fue primordialmente el
Dios cristiano hecho hombre mediante el verbo, el Padre que sublima al
individuo en un exceso de manifestación sobre la eternidad, a diferencia
del Edipo psicoanalista. Por extensión, este ego divinizado es aplicable a
cada uno de nosotros. Extirpándola de la Humanidad, devolvió a la
individualidad la Divinidad, ahora monoteísta y teocéntrica una vez
liberada de las limitaciones naturales. Ubu, como dice Charles Grivel, es
el « Narciso Superstar », un yo abundante, soberbio. Emmanuel
busca recuperar su divinidad mediante el amor a su madre. El Supermacho o surmâle André Marcueil está
destinado infinitamente a enfrentarse con el objeto del amor... La fuerza
del Yo con la que es capaz de alcanzar el estado absoluto es su cerebro,
tiene por objeto y fuerza principal la pasión. De esta manera Jarry enlaza
con la tradición que surge de Sade, otro de los grandes autores inspiradores
del surrealismo, quien situó el principal órgano sexual en la cabeza, en
el deseo, mecanismo que a su vez ordena las distintas escenas de las 120
Jornadas de Sodoma.
Jarry supo recoger
el mensaje nietzschiano, la muerte de Dios y la soledad humana, para a partir
de ahí investigar una nueva posibilidad de sublimación del Yo que solventase la
degradación que el cristianismo sufrió, sustituyendo una necesidad individual
por otra social e incluso económica. Supo perfectamente que la superación del
primer estado del yo requería la muerte de su cuerpo. Es constante en su
literatura la anulación del espacio y del tiempo. Cristo tuvo que morir para
sublimarse, desplegado en cruz, visible a sus siervos. Éste es el último estadio
de la Estética según Hegel: la muerte del arte y la soberanía de la poesía.
Jarry las llevó a cabo en su vida real como superación de la materialidad de la
obra de arte. A fin de cuentas y para alcanzar el estado último de eternidad, el
yo debe simplemente olvidar e ignorar sus límites, así como Ubu se manifiesta
en el anacronismo y en ninguna parte: Po-lonia (el país del “no” según la
etimología griega de “po”), o los efectos del hachís en El Viejo de la
Montaña. A pesar de sus recaídas, cada vez más graves, Jarry nunca renegó
de sus excesos.
Conclusiones objetivas
1. Asger Jorn ya advirtió del peligro potencial que
supone la ’Patafísica si deviene una religión moderna por su capacidad de
reificación, dada su peculiar dialéctica que une la tesis con la antítesis en
absoluta equivalencia. Aun así, poco tiene que ver con la dialéctica permanente
que Adorno expresó bajo la fórmula “dialéctica negativa”. Esto no quita para
que los argumentos de Jorn entren en contradicción cuando reconoce que esta
ciencia no puede ser entendida si no es desde sí misma, y, para que así sea,
debe abarcarse desde el yo, vértice de todo proceso cognitivo. Sí, la Pataphysica es una religión de considerable
influencia cristiana. La reencarnación mediante el verbo conforma el primer
misterio. Sin embargo, la Pataphysica
se propone como la religión del yo (en la biblioteca de Faustroll encontramos
el Evangelio de San Lucas en griego, una tradición semita en un idioma
indoeuropeo, una alusión a un Dios demiúrgico y a otro que crea a parir de la
nada). Pero ningún sistema social que se proponga mantener su esencia puede
llegar a apropiarse de la ’Patafísica, por constituir ésta sustancialmente una
ciencia del yo.
2. Sería un error colegiar una ciencia para repetir
hasta la saciedad lo dicho por Jarry en sus libros y artículos. Existe una
tradición, desde Sade hasta Bataille, a veces de personalidades contemporáneas
en apariencia contrapuestas o dispares, que coinciden en reivindicar la
naturaleza conceptual del hombre en su relación con la realidad material, más
inaprensible aunque esto nos parezca paradójico. Debemos sumar la adhesión al pensamiento
de Stirner de buena parte de los dadaístas, además del carácter curativo
general de este movimiento por la cantidad de médicos y psicólogos relacionados
de alguna manera con Freud. Ya hemos visto cómo Jarry predijo de alguna manera
las principales estructuras del ego. Citemos por ejemplo los intentos por crear
una psicología de la liberación del individuo por los dadaístas berlineses
Hausmann, Baader y Huelsenbeck siguiendo los argumentos matriarcales de Otto
Grosz, además de la cantidad de médicos y científicos que acudieron y
participaron en el Cabaret Voltaire de Zurich, empezando por el propio Huelsenbeck
o Franz Jung, o incluso el padre del poeta surrealista aragonés Francisco
Aranda, catedrático de biología. Citemos en París a Theodore Fraenkel y André
Breton, ambos estudiantes y compañeros de medicina.
3. Se ha creado cierta tradición, incluso al margen y
bastante antes de la existencia de un colegio de Pataphysica fundado en 1949. La ’Patafísica, más que un sistema del
pensamiento o una ideología a la que afiliarse, más que una escuela de creación
artística o literaria, es un método de análisis de los objetos y de la Historia
que los ha alienado, el cual encuentra sus precedentes y apoyos en Aristófanes,
Epicuro, Pirron, Ramón Llul, Rabelais, Sade... hasta Julien Torma, Max Ernst,
Duchamp, Man Ray, René Daumal, Boris Vian o incluso los Hermanos Marx, también
sátrapas del Colegio.
En resumen, la ’Patafísica
es el marco que alberga una ingente multitud de discursos posibles a debatir,
el cual se enriquece desde las aportaciones individuales, ya que los
procedimientos de manifestación pertenecen a cualquier individualidad y no sólo
a aquellos considerados precedentes, maestros o sátrapas. Con ello deseamos
abrir un nuevo horizonte de investigaciones para la estética, entendida siempre
no de manera aislada como ámbito de la subjetividad, sino como un primer
estadio de conocimiento, aquel correspondiente a las apariencias.
Bibliografía
ARNAUD,
Noël (1974), Alfred Jarry. D’Ubu roi au
Docteur Faustroll, Paris : La Table Ronde.
ARRIVE,
Michel (1976), Lire Jarry, Bruxelles:
Éditions Complexe.
ARTAUD,
Antonin (1961), Oeuvres compètes II, Paris:
Gallimard.
BAJ, Enrico (2007), ¿Qué es la ’patafísica?, seguido del calendario patafísico y otros
documentos, Logroño: Pepitas de la calabaza.
BAUDRILLARD,
Jean (2002), ’Pataphysique, Paris:
Sens & Tonka.
BAUDELAIRE, Charles (1988), Lo cómico y la caricatura, Madrid: Visor, 1988.
Béhar, Henri (1981), « La cultura potachique à
l’assaut du symbolisme: Le cas Jarry », Alfred Jarry, Europe nº
623-624, mars-avril 1981, Paris, pp. 17-34.
BÉHAR,
Henri (1979), Le théâtre dada et
surréaliste, Paris: Gallimard.
BÉHAR,
Henri (1988), Littéruptures,
Lausanne: L’Âge d’Homme.
BERGSON, Henri (1986), La risa, Barcelona: Orbis.
BERGSON, Henri (1997), Memoria y vida, Barcelona: Altaya (textos seleccionados y
compilados por Gilles Deleuze)
Brassaï (2002), Conversaciones
con Picasso, Madrid-México: Turner-Fondo de Cultura Económica.
BRETON André (1997), Antología del humor negro, Barcelona: Anagrama.
BRETON, André (1972), Los pasos perdidos, Madrid: Alianza.
CLAIR,
Jean (2002), Marcel Duchamp et la fin de
l’art, Paris: Gallimard.
DELEUZE, Gilles (1997), Crítica y clínica, Barcelona: Anagrama.
Dennis Cate, Phillip and Mary Shaws (eds.)
(1996), The Spirit of Montmartre. Cabarets,
Humor, and the Avant-Garde, 1875-1905, New Jersey: Jane Voorhees Zimmerli
Art Museum.
DUCHAMP,
Marcel (1975), Duchamp du signe. Écrits,
Paris: Flammarion (réunis et présentés par Michel Sanouillet)
DUCHAMP,
Marcel (1977), Ingénieur du temps perdu.
Entretiens avec Pierre Cabanne, Paris: Pierre Belfond.
DUCHAMP, Marcel (1989), Notas, Madrid: Tecnos.
HAUSMANN, Raoul (1992), Courrier Dada, Paris: Allia, Paris.
HEGEL, G. W. F. (1998), Estética, Barcelona: Alta Fulla.
HEGEL, G. W. F. (2003), Lecciones sobre la estética, Madrid: Mestas.
Jarry, Alfred (1972), Oeuvres completes vol. I, Paris: La
Pléiade.
Jarry, Alfred (1987), Oeuvres completes vol. II, Paris:
La Pléiade.
Jarry, Alfred (1988),
Oeuvres completes vol. III, Paris: La Pléiade.
JEAN,
Marcel et MEZEI, Arpad, Genèse de la
pensée moderne, L’Âge d’Homme, Lausanne, 2001.
Jean, Marcel et Mezei, Arpad
(1978), “Jarry et le tourbillon contemporain”, en BRETON, André (1978), Almanach
surréaliste du demi-siècle, numéro spécial de La Nef nº 63/ 64, 7º Année, mars-avril 1950; ré-éd Paris :
Éditions du Sagittaire, Re-éd. Plasma, pp. 189-196.
JIMÉNEZ, José (1994), La vida como azar, Barcelona: Destino.
JORN, Asger (1999), Crítica de la economía política seguida de La lucha final, Madrid:
Radicales livres.
JORN,
Asger (1968), « La pataphysique,
une religion en formation », DEBORD, Guy (1968), International Situationniste nº 6, août, Paris : IS.
JUNG,
Franz (1993), Le scarabée-torpille, Paris:
Ludd.
LEBOIS,
André (1950), Alfred Jarry
l’irremplaçable, Paris : Le Cercle du Livre.
LEIGHTEN (1989), Patricia, Re-ordering the Universe. Picasso and
anarchism 1897-1914, New Jersey: Princeton University Press.
LÉVESQUE,
Jacques-Henri (1973), Alfred Jarry, Paris:
Seghers, Paris.
LISTA,
Giovanni, Le Futurisme. Création et
avant-garde, Les Éditions de l’amateur, Paris, 2001.
RACHILDE (2007), Alfred Jarry. Le surmâle de lettres, Paris: Arléa.
SÁNCHEZ OMS, Manuel (2012), El collage, cambio esencial en el arte del siglo XX. EL caso aragonés,
vol. 1, Zaragoza: Prensas de la Universidad, Universidad de Zaragoza.
SHATTUCK, Roger (1991), La época de los banquetes. Orígenes de la vanguardia en Francia: de
1885 a la Primera Guerra Mundial, Madrid: Visor.
Sthelin, Catherine (1981), “Jarry, le cours Bergson
et la philosophie”, en Alfred Jarry, Europe nº 623-624, mars-avril 1981,
Paris, pp. 34-51.
STIRNER, Max (2003), El único y su propiedad, México: Sexto Piso.
Vazzoler, Franco (1982), “Marinetti et Jarry”, en Marcadé, Jean-Claude (coord.), Présence de Marinetti, Lausanne :
L’Age d’Homme, pp. 134-140.
No hay comentarios:
Publicar un comentario